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jueves, 2 de enero de 2014

Resumen del sendero de la Rambla de los Yesos (24-11-2013)

Aquel día el G.E.A.M. se preparaba para realizar el que sería su Expedición XXXVII. Costó un poco organizarse. Había muchos invitados, siete, para dos miembros del Club, José Luís y Pablo Saiz. Pero por ello debíamos estar a la altura.

El camino era ya un viejo conocido del club. Este sendero ya fue realizado en septiembre de 2009, en los albores de nuestro Club. Pensamos retomarlo como iniciación para los miembros más bisoños en temas senderiles y como inmejorable escaparate de cara a los invitados.

El día 24 amaneció soleado. Como siempre, hubo retrasos del personal, típico en este país y llegamos a Alboloduy sobre las 11 de la mañana. De todas formas no había prisa. La Rambla de los Yesos es un sendero fascinante, pero corto.

Tras hablar con la dueña de un bar que amablemente nos tomó una foto, comenzamos nuestra andadura. Bajamos al río Nacimiento, y medio kilómetro más tarde enfilábamos ya el final de la Rambla de los Yesos.




Su parte inicial no es nada espectacular, una rambla como cualquier otra. Pero las cosas comenzaron a ponerse interesantes cuando tocó el momento de superar una alta represa. Los invitados optaron por probar la vieja vereda, mientras que nosotros les hacíamos magníficas fotos desde el lado contrario.







 Pasamos por delante de un merendero que había en plena rambla y nos internamos por fín en su parte más espectacular. Pronto nos vimos rodeados por colosales paredes de roca caliza que se elevaban más de 30 metros de altura sobre un extraordinariamente plano y arenoso fondo de la rambla. El juego de luces y sombras no hacía sino acentuar la belleza del lugar.








Y lo más espectacular nos esperaba al final del primer tramo: Una enorme roca colgante desafiando a la gravedad nos señalaba el punto donde se forma la Rambla de los Yesos a partir de la unión de dos barrancos. Tomamos el de los Arquillos. Las paredes disminuyeron de altura y el camino comenzó estrecharse y serpentear, sin dejar jamás de ser transitable. Algunas rocas caídas, bloqueando parcialmente la ruta, nos recordaban que esas ramblas se habían formado por la imparable fuerza del agua.



 




Tras avanzar kilómetro y medio más de lo inicialmente previsto, llegamos a un anchurón en el que paramos para tomar un refrigerio. Sugerimos a los invitados que se unieran a nuestro humilde Club, y algunos nos comentaron que se lo pensarían. Y con ánimos renovados, comenzamos el camino de vuelta, desandando el camino recorrido. Casi al llegar a la represa vimos un enorme filón de pizarra que brillaba bajo los rayos del sol.





La vuelta fue más o menos rápida: Faltaba poco para las tres de la tarde y el hambre comenzaba a acuciar. De regreso al pueblo nos detuvimos en el bar de la mujer que tan amablemente nos atendió y entre platos exquisitos pasamos un par de horas de verdadera amistad.

El sol iluminaba con sus últimos rayos esta hermosa tierra, cuando volvíamos rumbo a Almería, con el convencimiento de haber visitado de nuevo una de las mejores maravillas naturales de este humilde rincón de España. Jamás olvidaremos la Rambla de los Yesos...

                                                             (Foto de la Expedición VI)

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